El mérito de hacerlo mal

Imagen de Manfred Steger en Pixabay
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Mi PODCAST

Soy un gran aficionado a extrapolar. Me ayuda a plantear las situaciones y las respuestas. Sobre todo, porque en muchas ocasiones permiten dilucidar un tema complejo, que no lo sería de aplicar una cierta lógica.

Así imagino que, de alguna forma, trabajar en el departamento de selección de Recursos Humanos, de ser como catalogar extraterrestres. Existe tal variedad de alienígenas y de matices entre ellos, que solo cabe escogerlos en función de la tarea que tenga por delante.

A estos profesionales de RRHH, se les dan una pautas para localizar a la persona adecuada, y pasada la primera criba toca filtrar por una serie de valores tangibles y menos, si se ajusta a lo que se busca. No es una tarea fácil. Lo que se busca y lo que se necesita puede que no sean la misma cosa.

Siempre he estado en el lado del extraterrestre y como tal, prefiero una entrevista amable, cómoda, humana de la que sales sabiendo que no era tu momento (la mayoría son así afortunadamente), que otra a cara de perro en la que se busca una presumible profesionalidad ajustada a ciertos patrones difusos, que termina por ser una experiencia desagradable e innecesaria para ambas partes.

Pasé por una que, a mi modo de ver, fue particularmente lamentable. La entrevista en cuestión me la hicieron en tándem una persona RRHH y un responsable técnico. En cierto momento me lanzaron esta pregunta: ¿Cuál es el momento profesional del que te encuentras más orgulloso?

Yo, de mi padre, un hombre humilde que trabajó toda su vida deslomándose, he aprendido el simple orgullo de hacer un buen trabajo cada día sin ponerse medallas. Así que, de lo que estoy más orgulloso es de eso mismo, de hacer un buen trabajo cada día, de intentar mejorar y sobre todo, de pasar por los diferentes puestos tratando de llevarme bien con toda persona con la que trabajo, o al menos no mal, porque desde mi punto de vista, si se olvida a la persona no se puede llegar al profesional. Esto es lo que pienso y esto es lo ingenuamente contesté.

Por sus caras entendí que mis palabras les parecías inapropiadas, incongruentes. Mi respuesta no incluía el tipo de profesionalidad adecuado. Ellos no aceptaban aquella respuesta que les parecía simple y genérica sobre valores humanos, hacer equipo y el esfuerzo diario. Buscaban otra cosa, un suceso heroico. Puntualizaron que se referían a algún momento peliagudo que hubiese requerido una avalancha de horas extras, noches sin dormir, un fin de semana de infarto para hacer que algo funcionase contra reloj, posiblemente terminado en una úlcera de estómago, una subida de tensión o un amago de infarto.

Mi contestación fue algo así: «Me plantean no solo un día que va mal, sino un especie de catástrofe. A menos que ocurra un accidente, se llega hasta ahí porque se han cometido errores por el camino, no se hizo bien un trabajo previo o se hizo una chapuza, cuya consecuencia final es un sobre-esfuerzo para resolver un problema que, en la mayoría de los casos, podía prevenirse con el mero hecho de realizar bien las tareas del día a día. Claro que he tenido ese tipo de días pero, fuesen o no culpa mía, no me enorgullezco que ellos. Nadie puede presumir de rescatar a gente de un barco que, previamente por negligencia, ha lanzado contra unas rocas. Como he dicho estoy orgulloso de cada día de trabajo que va bien, y de conseguir con ello reducir en lo posible los días apocalípticos.»

Sobra decir que no me ajustaba a valores profesionales que buscaban y que no pasé la entrevista. Mis características les parecieron alejadas del tipo de alien al que deseaban encontrar.

¿Cuáles eran esos valores profesionales que buscaban? El planteamiento, por el insistencia en la pregunta, parecía ser que es endémico hacer mal las cosas, que lo importante no es mantener un línea de trabajo constante y correcta, sino entender que el ambiente laboral puede, empujado por múltiples factores, estar inmerso en la baja exigencia, en la falta de calidad que lleva pronto o tarde, inevitablemente a una emergencia, o a la posibilidad de que las emergencias sean el pan nuestro de cada día. No son pocas las entrevistas en las que se me ha preguntado por trabajar horas extras con la boca pequeña: «No es que pase, pero…»

Por supuesto que no todas las empresas y proyectos son así. Sin embargo no recuerdo a nadie que no haya pasado por incidentes de prisas, mala planificación, problemas de última hora, etc, etc, convirtiendo este tipo de situaciones en algo consustancial.

Extrapolando el ejemplo, no sé mucho de aviación pero, me preocuparía que a un piloto se le hiciera hincapié en que gran parte de su profesionalidad dependiese en su habilidad con los aterrizajes forzosos, dando ha entender que la compañía por causas sin especificar los tiene día sí, día también.

¿El mérito de un auténtico y flexible profesional, está en hacerlo discretamente mal, hasta que no quede otra que apagar un incendio y ponerse una medalla? Tal vez yo sea realmente un Marciano.

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«Decepción del polvo en la tormenta»

Portada Decepción del polvo en la tormenta
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