El odio envejece pero no se desgasta

Imagen de Ulrike Mai en Pixabay 
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El día de los enamorados de 1989 un escritor, del que nunca había oído hablar, apareció en las noticias de la televisión. El escritor era Salman Rushdie, la noticia su condena a muerte. El pasado viernes doce de agosto, treinta y tres años después, en un acto público rodeado de testigos en el Estado de Nueva York, un hombre se atribuyó el papel de verdugo acuchillando a Rushdie. En 1989 sentí absoluta sorpresa al descubrir que, sin más, se podía condenar a muerte a un escritor bajo el supuesto delito de blasfemia, hoy me abruma comprender que el odio envejece pero no se desgasta.

Tras la fatwa, decretada desde Irán por el régimen de los ayatolas, en la que se ponía precio a su vida, Salman Rushdie se convirtió en un símbolo y en un fantasma, oculto desde ese momento bajo permanente protección policial del gobierno Británico. Mientras, su libro «Los versos satánicos», era objetivo de furibundas protestas: pancartas pidiendo la muerte de Rushdie eran exhibidas por manifestante encolerizados, en muchos países el libro fue prohibido, denunciado, quemado en las calles, retirado de librerías en medio mundo por miedo. Se produjeron atentados con bomba, Ettore Capriolo (traductor al italiano) fue atacado, Hitoshi Igarashi (traductor al japonés) asesinado y a William Nygaard (editor de la novela en Noruega) le dispararon resultando gravemente herido. Libreros, editores, traductores, cualquiera que apoyase el libro o a su autor podía ser el siguiente.

Por esas mismas fechas Martin Scorsese recibió amenazas por «La última tentación de Cristo», película considerada irrespetuosa con el Cristianismo. En 2006 se desactivó una bomba junto al camerino del cómico Leo Bassi, el artefacto era la respuesta a su espectáculo crítico con el catolicismo «La revelación». Ese mismo año, un joven escritor italiano llamado Roberto Saviano presentó su novela «Gomorra». Amenazado de muerte, Saviano lleva los últimos quince años oculto bajo protección policial. En enero de 2015 dos hombres armados entraron en el semanario satírico francés Charlie Hebdo, dejando tras de sí una docena de muertos y otros tanto heridos. Esa fue la venganza por la publicación de unas caricaturas consideradas ofensivas hacia el Islam.

La libertad de l@s creador@s, sus propias vidas se encuentran bajo la sombra permanente de la violencia. Escribir un libro, hacer una película, una obra de teatro, una viñeta o una canción puede hacer que fanáticos o criminales te señalen y dicten sentencia de muerte.

El riesgo de tocar un tema tabú es grande. Los motivos, simples excusas, son variados, el resultado el mismo: el miedo consciente o subconsciente queda fijado. Las ideas son encadenadas sin demasiado disimulo, en un acto de auto-censura, pero también de auto-protección para evitar ser el siguiente Rushdie.

Mientras escribo este artículo, las noticias son que el escritor se recupera, aunque está grave. El atentado contra Salman Rushdie no ha sido noticia de primera plana, más bien una noticia de segunda en los medios. Tal vez no conviene hacer notorio que los bárbaros son pacientes y perseverantes. El apuñalamiento ha conseguido un objetivo mucho más amplio que la muerte del escritor, ha conseguido poner delante de los artistas el enorme recordatorio del precio que puede tener su arte, de la heroicidad involuntaria que puede suponer ejercer la libertad.

Me gustaría descubrir mañana actos multitudinarios y manifestaciones de escritores, músicos, pintores, cineastas (, entre ellos muchos de esos que se ofenden y ponen el grito en el cielo por cualquier menudencia). No veré a miles de esas y otras personas en ciudades importantes, marchando indignadas por la persecución interminable y el intento de asesinato contra alguien, cuyo único pretendido crimen fue escribir un libro. ¿No es Rushdie uno de ellos, uno de nosotros? Imagino que eso no ocurrirá, porque nadie quiere arriesgar el pellejo junto a un hombre que dispone de un puñados de palabras sobre un papel, como una única arma para defenderse.

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«Decepción del polvo en la tormenta»

Portada Decepción del polvo en la tormenta
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