Muchas ovejas con teléfonos móviles

Imagen de Ulrike Mai en Pixabay 
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En una escena de la película «El fracotirador» (Clint Eatwood, 2015), se muestra un momento de la infancia del protagonista: la familia sentada a la mesa come. El padre les explica a sus dos hijos, que hay tres tipos de personas en el mundo: ovejas, que viven indefensas ignorando la existencia del mal, lobos que usan la violencia para abusar de los débiles, y perros pastores que sienten la necesidad de proteger al rebaño, son una rara raza que vive para enfrentarse a los lobos.

Una sucesión de breves e infames noticias me han hecho preguntarme: ¿dónde están los perros pastores?

La primera de las noticias mostraba a un hombre, de día, en una de nuestras seguras ciudades del primer mundo, forcejeando con cuatro atracadores. El forcejeó terminó cuando uno de los maleantes le apuñaló en el costado. La segunda noticia, menos violenta, únicamente en lo físico, pero más cruel en todos los sentidos, informaba sobre un pobre niño de once años que había querido celebrar su cumpleaños junto a su compañeros de colegio, en agradecimiento los otros niños lo humillan cantándole una versión ofensiva del «cumpleaños feliz» aludiendo a su peso.

La tercera noticia contaba la muerte de un perro atado a pleno sol en una terraza durante cuatro días, sin comida ni agua, ignorados sus lamentos por sus dueños.

Las tres noticias tenían cosas en común: la primera todas habían ocurrido en un país del primer mundo como es el nuestro, todas ellas se apoyaban con imágenes tomadas por teléfonos móviles y todas habían acabado mal. En ninguna de ellas nadie hizo nada para ayudar a quien era robado, atacado, humillado o torturado. Ni un solo perro pastor a la vista para combatir a los lobos, para combatir al mal.

No soy un héroe, ni exijo a nadie a que lo sea, pero me pregunto: ¿qué impidió a todos los testigos ayudar?

En el caso del atraco puedo entender que fue el miedo, en el caso del niño también podría justificar así, pero, ¿y en el caso del perro? ¿Cómo es posible escuchar durante cuatro días a un ser vivo e indefenso ser torturado y no hacer nada? En realidad, los vecinos de esos criminales, si hicieron algo: grabaron la agonía del animal con el móvil, bien por piedad, bien por tener una prueba de sus molestos vecinos. Avisaron también a la policía, que por falta de legislación adecuada, se limitó a tocar en la puerta y al no recibir respuesta se dio media vuelta y se fue por donde vino.

Tres fracasos: la inseguridad ciudadana, el acoso escolar (la crueldad de los niños perversos no parece ceder ante campañas educativas) y el maltrato animal impune, que a mí me parece antecedente del humano, porque en mi opinión, quien le hace eso a un pobre perro, no tendría mucho escrúpulo en hacérselo a una persona.

Vivimos en una sociedad que parece anestesiada por el «buenismo», por una realidad de ovejas que ignoran el mal, y que al topárselo de frente no saben hacer nada salvo parapetarse tras un teléfono móvil. Ese teléfono móvil, que parece tener la mágica capacidad de convertir lo que ocurre en algo irreal y lejano, y al mismo tiempo sirve de excusa para la más completa inacción.

En demasiadas ocasiones vemos este tipo de casos: algo ocurre y la mayoría de personas lejos de ayudar sacan sus móviles y graban. ¿No hemos escuchado a víctimas decir que nadie hacía nada y sin embargo todo ha quedado grabado?

Entender que la vida es algo que ocurre asépticamente en una pantalla, convertirla en una especie de ficción televisiva, nos inmoviliza.

Unos chicos de quince años acorralados por las llamas, después de interminables minutos de terror, saltan por las ventanas de un quinto piso. Vemos las imágenes sobrecogidos, sin preguntarnos cuándo duró aquello y por qué nadie puso colchones, o cogió una manta para entre varios intentar amortiguar su caída. Toda la gente que miraba, solo miraba y el resto se aprestó a tomar sus móviles para sacar fotos y vídeos.

Apenas quedan perros pastores, tal vez nunca hubo demasiados, pero lo que si hay es una cantidad en aumento de ovejas con teléfonos móviles.

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«Decepción del polvo en la tormenta»

Portada Decepción del polvo en la tormenta
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